Ahora en cambio, es para mí un escabroso valle, con picos nevados y un abismo, en el cual, al borde del despeñadero se encuentra aquel , yo, postrado, con el viento en el rostro, con la mirada perdida, esperando a ese alguien que no llega.
La corriente que se mueve, que viaja por las intimidades del espacio, por el espacio de las intimidades, espacio de vida, espacio de imágenes, olores, recuerdos, nostalgias. Música, aquella inefable que transporta ese algo indeterminado, cuando toca las puertas del ser, evoca en él la vida, en su mente eclosionan , como de lo profundo de la hondonada, las tristezas y las alegrías, las nostalgias, los amores, el otro, el anhelar insatisfecho, el anhelar de hastío.
En sus límites, en sus singularidades, cada melodía tiene espacios; son las variaciones espacios infinitos, y es en ellos donde desemboca el torrente de vida, torrentes distintos en melodías únicas.
El espacio que acogió mi desazón:
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