La omnipresente rubrica de vivir “Sed buenos con vuestros padres”, “No seáis codiciosos”, “No seáis avaros”, “No seáis orgullosos” ¡Al carajo pienso yo! ¿Quien, o quienes, de aquellos que practican tal prosaica, rimbombante, superior y —en sus propias palabras— verdadera moral, verdadero actuar, lo hacen por lo que, en sí misma, vale su forma de vida, de proceder? el protocolo cliché, la danza inmaculada, el ideal estético. La familia que se ama, los niños en el parque, el padre que trabaja, la madre que cocina. Pienso, basado en un empirismo desaforado de recuerdos y una anorexia teórica típica de cualquier sofista, qué, no es posible actuar de forma correcta —O más bien, aceptada, o sea correcta— sin que, se esté bajo la inquisitiva mirada del genérico “los demás”. O díganme si no es cierto que Colombia es en realidad el país más feliz del mundo, conformado por hombres y mujeres —No mujeres y hombres— organizados en núcleos familiares igualitarios, en un territorio estatalizado —a cabalidad— en donde prima la legitimidad sobre la ley, en donde el hambre es, desde por lo menos nueve años atrás, un viejo fantasma. Aquí, en esta sociedad laica, cobijada por el manto equitativo de un patriotismo sin segregados ni enaltecidos, aquí donde se pone en práctica, o mejor, en dónde es totalmente común un amplio espectro moral, incluyente, aquí donde no hay maniqueísmos, ni políticos ni culturales. Donde somos tan civilizados, en donde entendemos la prístina equivalencia entre cultura y civilización, entre no matar toritos y comer pechuga a la plancha, bistec o morcilla, aquí en dónde hablamos de vida sin muerte, de amor perpetuo, infinito, de política y ética —Ni siquiera moral, por fortuna— de patria sin genocidio, de colombianos sin tacha, aquí no existe la mierda, ni la putrefacta conciencia de absolutamente nada. Porque tras cada estúpida “Crítica” desbordada de humor barato, tras cada carcajada repleta de una auto-laceración genérica, tras cada Colombiano, aun tras del que se reconoce bufo y estúpido, está el hecho de que se siente, se ve, se identifica como “Colombiano”, tras este embeleco totalizante se encuentra un álter ego, la verdadera mierda que nos hermana, no solo a Colombianos, incluye a toda nuestra raza maldita, a todos nosotros, humanoides simiocéntricos. No olvidemos, lo mejor de cada uno de nosotros es la mierda, y lo mejor de todos nosotros, la mierda. Lo mejor del universo, todo menos la mierda, todo menos el hombre.
Ideas, cargas, tristezas, nostalgias, lágrimas, soledades, ligerezas; de todas ellas se destila un poco de...
Visitas
sábado, 25 de febrero de 2012
Sofisma a la mierda
Ensalzados, todos y cada uno, en la mezcla primera, unívoca y universal. Vida a la Muerte, Amor al Odio, “Perfección” a la susodicha Mierda — lo único que nos hermana—
La omnipresente rubrica de vivir “Sed buenos con vuestros padres”, “No seáis codiciosos”, “No seáis avaros”, “No seáis orgullosos” ¡Al carajo pienso yo! ¿Quien, o quienes, de aquellos que practican tal prosaica, rimbombante, superior y —en sus propias palabras— verdadera moral, verdadero actuar, lo hacen por lo que, en sí misma, vale su forma de vida, de proceder? el protocolo cliché, la danza inmaculada, el ideal estético. La familia que se ama, los niños en el parque, el padre que trabaja, la madre que cocina. Pienso, basado en un empirismo desaforado de recuerdos y una anorexia teórica típica de cualquier sofista, qué, no es posible actuar de forma correcta —O más bien, aceptada, o sea correcta— sin que, se esté bajo la inquisitiva mirada del genérico “los demás”. O díganme si no es cierto que Colombia es en realidad el país más feliz del mundo, conformado por hombres y mujeres —No mujeres y hombres— organizados en núcleos familiares igualitarios, en un territorio estatalizado —a cabalidad— en donde prima la legitimidad sobre la ley, en donde el hambre es, desde por lo menos nueve años atrás, un viejo fantasma. Aquí, en esta sociedad laica, cobijada por el manto equitativo de un patriotismo sin segregados ni enaltecidos, aquí donde se pone en práctica, o mejor, en dónde es totalmente común un amplio espectro moral, incluyente, aquí donde no hay maniqueísmos, ni políticos ni culturales. Donde somos tan civilizados, en donde entendemos la prístina equivalencia entre cultura y civilización, entre no matar toritos y comer pechuga a la plancha, bistec o morcilla, aquí en dónde hablamos de vida sin muerte, de amor perpetuo, infinito, de política y ética —Ni siquiera moral, por fortuna— de patria sin genocidio, de colombianos sin tacha, aquí no existe la mierda, ni la putrefacta conciencia de absolutamente nada. Porque tras cada estúpida “Crítica” desbordada de humor barato, tras cada carcajada repleta de una auto-laceración genérica, tras cada Colombiano, aun tras del que se reconoce bufo y estúpido, está el hecho de que se siente, se ve, se identifica como “Colombiano”, tras este embeleco totalizante se encuentra un álter ego, la verdadera mierda que nos hermana, no solo a Colombianos, incluye a toda nuestra raza maldita, a todos nosotros, humanoides simiocéntricos. No olvidemos, lo mejor de cada uno de nosotros es la mierda, y lo mejor de todos nosotros, la mierda. Lo mejor del universo, todo menos la mierda, todo menos el hombre.
La omnipresente rubrica de vivir “Sed buenos con vuestros padres”, “No seáis codiciosos”, “No seáis avaros”, “No seáis orgullosos” ¡Al carajo pienso yo! ¿Quien, o quienes, de aquellos que practican tal prosaica, rimbombante, superior y —en sus propias palabras— verdadera moral, verdadero actuar, lo hacen por lo que, en sí misma, vale su forma de vida, de proceder? el protocolo cliché, la danza inmaculada, el ideal estético. La familia que se ama, los niños en el parque, el padre que trabaja, la madre que cocina. Pienso, basado en un empirismo desaforado de recuerdos y una anorexia teórica típica de cualquier sofista, qué, no es posible actuar de forma correcta —O más bien, aceptada, o sea correcta— sin que, se esté bajo la inquisitiva mirada del genérico “los demás”. O díganme si no es cierto que Colombia es en realidad el país más feliz del mundo, conformado por hombres y mujeres —No mujeres y hombres— organizados en núcleos familiares igualitarios, en un territorio estatalizado —a cabalidad— en donde prima la legitimidad sobre la ley, en donde el hambre es, desde por lo menos nueve años atrás, un viejo fantasma. Aquí, en esta sociedad laica, cobijada por el manto equitativo de un patriotismo sin segregados ni enaltecidos, aquí donde se pone en práctica, o mejor, en dónde es totalmente común un amplio espectro moral, incluyente, aquí donde no hay maniqueísmos, ni políticos ni culturales. Donde somos tan civilizados, en donde entendemos la prístina equivalencia entre cultura y civilización, entre no matar toritos y comer pechuga a la plancha, bistec o morcilla, aquí en dónde hablamos de vida sin muerte, de amor perpetuo, infinito, de política y ética —Ni siquiera moral, por fortuna— de patria sin genocidio, de colombianos sin tacha, aquí no existe la mierda, ni la putrefacta conciencia de absolutamente nada. Porque tras cada estúpida “Crítica” desbordada de humor barato, tras cada carcajada repleta de una auto-laceración genérica, tras cada Colombiano, aun tras del que se reconoce bufo y estúpido, está el hecho de que se siente, se ve, se identifica como “Colombiano”, tras este embeleco totalizante se encuentra un álter ego, la verdadera mierda que nos hermana, no solo a Colombianos, incluye a toda nuestra raza maldita, a todos nosotros, humanoides simiocéntricos. No olvidemos, lo mejor de cada uno de nosotros es la mierda, y lo mejor de todos nosotros, la mierda. Lo mejor del universo, todo menos la mierda, todo menos el hombre.
lunes, 13 de febrero de 2012
Qué frío, cenizas
Cruza, con ímpetu de sobrevivencia,
El miedo en sus ojos, un efluvio de muerte.
Fugaz, me mira, ambos sabemos cómo acaba,
Son sus últimos instantes, paralizados, un reducto efímero,
Allí se pierde por un momento infinitamente eterno,
Todo él, un delgado hilo de existencia,
Tenso y al borde de su ruptura.
Tal como infinitas veces antes, llega
Ineluctable, un golpe de muerte.
—Animal necio—, piensan
—Raza maldita, ¡pendejos!—
Necio el hombre, rescoldo putrefacto,
Añorando las cenizas de un perro muerto.
martes, 7 de febrero de 2012
De sueños y Témporas.
Algunas veces, aquel chico, habiendo pasado tan pocas vicisitudes, se sentía, ya antes del último resquicio de conciencia, en témpora, sin estar seguro sobre, en qué momento, dejó su alma de irradiar sosiego. Constantemente, durante las últimas noches, se sentaba a esperar algo, de lo que ya no sabía nada, lo agobiaba una profunda ansiedad, es difícil cambiar seguridad por incertidumbre, esa que le producía su incipiente vigilia.
Siempre es bueno dejar de esperar, las grandes expectativas pueden, y ocurre la mayoría de las veces, sucumbir al tiempo, y además languidecer. Traigo esta pieza musical por dos razones.
Primero, para algunos doctos, sonará a herejía hablar de literatura y música —Esto, es sobre todo chocante si el género al que nos referimos es el rock, y especialmente el post-punk— pero más allá, aun de lo universal y de lo correcto, está el sentimiento puro, lo sublime, en este caso, acompañado de una percusión estruendosa que marca y gira en torno a un potente bajo, unos sonidos de la metrópolis olvidada—Manchester— un ascensor precipitándose al vacío, una puerta metálica, una voz triste, barítona, un arreglo electrónico —Muy a lo Kraftwerk— que pareciera, en ciertos tramos, hacer más siniestra esta excelsa y olvidada pieza.
Segundo, y tal vez más inusual, el lenguaje oscuro, los versos llenos de desazón, sería arriesgado hablar de literatura, pero creo que, aun más de lo que yo pueda decir, ustedes juzgarán.
“Y qué mejor sosiego, dejar los sueños volar, descender y extraviarse.
¡Ya no importa en realidad!”
Joy Division/Insight. (1979)
Guess your dreams always end
They don't rise up, just descend
But I don't care anymore
I've lost the will to want more
I'm not afraid, not at all
I watch them all as they fall
But I remember
When we were young
Those with habits of waste
Their sense of style and good taste
Of making sure you were right
Hey, don't you know you were right?
I'm not afraid anymore
I keep my eyes on the door
But I remember
Tears of sadness for you
More upheaval for you
Reflects a moment in time
A special moment in time
Yeah, we wasted our time
We didn't really have time
But we remember
When we were young
And all God's angels beware
And all you judges beware
Sons of chance, take good care
For all the people not there
I'm not afraid anymore
I'm not afraid anymore
I'm not afraid anymore
Oh, I'm not afraid anymore
Siempre es bueno dejar de esperar, las grandes expectativas pueden, y ocurre la mayoría de las veces, sucumbir al tiempo, y además languidecer. Traigo esta pieza musical por dos razones.
Primero, para algunos doctos, sonará a herejía hablar de literatura y música —Esto, es sobre todo chocante si el género al que nos referimos es el rock, y especialmente el post-punk— pero más allá, aun de lo universal y de lo correcto, está el sentimiento puro, lo sublime, en este caso, acompañado de una percusión estruendosa que marca y gira en torno a un potente bajo, unos sonidos de la metrópolis olvidada—Manchester— un ascensor precipitándose al vacío, una puerta metálica, una voz triste, barítona, un arreglo electrónico —Muy a lo Kraftwerk— que pareciera, en ciertos tramos, hacer más siniestra esta excelsa y olvidada pieza.
Segundo, y tal vez más inusual, el lenguaje oscuro, los versos llenos de desazón, sería arriesgado hablar de literatura, pero creo que, aun más de lo que yo pueda decir, ustedes juzgarán.
“Y qué mejor sosiego, dejar los sueños volar, descender y extraviarse.
¡Ya no importa en realidad!”
Joy Division/Insight. (1979)
Guess your dreams always end
They don't rise up, just descend
But I don't care anymore
I've lost the will to want more
I'm not afraid, not at all
I watch them all as they fall
But I remember
When we were young
Those with habits of waste
Their sense of style and good taste
Of making sure you were right
Hey, don't you know you were right?
I'm not afraid anymore
I keep my eyes on the door
But I remember
Tears of sadness for you
More upheaval for you
Reflects a moment in time
A special moment in time
Yeah, we wasted our time
We didn't really have time
But we remember
When we were young
And all God's angels beware
And all you judges beware
Sons of chance, take good care
For all the people not there
I'm not afraid anymore
I'm not afraid anymore
I'm not afraid anymore
Oh, I'm not afraid anymore
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)

