Cruza, con ímpetu de sobrevivencia,
El miedo en sus ojos, un efluvio de muerte.
Fugaz, me mira, ambos sabemos cómo acaba,
Son sus últimos instantes, paralizados, un reducto efímero,
Allí se pierde por un momento infinitamente eterno,
Todo él, un delgado hilo de existencia,
Tenso y al borde de su ruptura.
Tal como infinitas veces antes, llega
Ineluctable, un golpe de muerte.
—Animal necio—, piensan
—Raza maldita, ¡pendejos!—
Necio el hombre, rescoldo putrefacto,
Añorando las cenizas de un perro muerto.

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