Visitas

miércoles, 18 de julio de 2012

Muerte por inercia – ¿Por qué lo llaman suicido?-



Es insoportable vivir con miedo. Es frustrante no poder soltar palabra alguna. Es triste querer decir algo que se petrifica en la lengua, sentimientos que no eclosionan, que no vuelan hacia las conciencias circundantes

Tremendamente decaído me encuentro hoy, tengo ganas de llorar, más ende el vacío, tan solo se deslizan, sin ímpetu alguno, mis lágrimas ya muertas, sin destinatario; misivas de dolor y  nihil,  todas dirigidas hacia  dimensiones áridas ; por entre maniquís de mármol, lo insulso de la compañía familiar, todos cadáveres impenetrables y secos.

Llegado a este paroxismo del ánima, no encuentro espera en nada, absolutamente nada. Todo son recordatorios, todo son tentaciones de lacerante fulgor, el ímpetu de sobrellevar la existencia muere y renace, sinuoso. No obstante, la noche, siempre alienada, es testigo privilegiado de mí obcecada cruzada masoquista: Enamorarme obstinadamente, obsesionarme desabridamente, anquilosarme en una vigilia sin sentido. Todo esto es, al fin de cuentas, una obnubilación mental, un estupor degenerante.

Tensas y frágiles están en mi las riendas de la razón: El amor las fuerza hasta límites desconocidos; más por desgracia, simultáneamente, este mismo amor las congela y se cristaliza sobre ellas, en formas de hielo, ego-hielo; mi frío, triaste y taciturno yo. Riendas muy tensas, riendas demasiado frías. Una vez rotas, allende del yugo, la muerte por inercia. ¿Suicido?



"Walk in silence, 
Don't turn away, in silence. 
Your confusion, 
My illusion, 
Worn like a mask of self-hate, 
Confronts and then dies. 
Don't walk away."
Posted by Picasa

martes, 10 de julio de 2012


—Monólogo— Psicosis

—Avanzamos, tú y yo; bus. Cuando el día empieza, no quieres vivir, ¡Ya no más! —

 Aun no eres tú mismo; observa cómo te miran, como notan el humus de tu alienación;
¿O será que aun sigues paranoico?
Tal vez, tan solo sea paranoia tuya. Aquella mujer a tu lado no te mira, no está asustada, ni está incomoda, no lo está, chico.
Tienes la boca seca; el cerebro flotando, derritiéndose, y, a ratos, mientras ruedas, congelándose.

—Y yo que pensaba que sería una discontinuidad en mi vida; yo que pensaba que no sería más un idiota. —

— Odio no poder hablar, y odio mi voz, y odio mi rostro, y odio cuando río, odio esta cara, odio nada menos yo—

—Pero, ¿Acaso las noches son tan largas? ¡Qué hace que pase por el centro! ¡Qué hace qué eran las tres de la tarde! ¡Qué hace que vi la feliz miseria! —

—Bien lo recuerdo, olía mucho a cuando tenía doce años. Olía a sorpresa, olía a esperanza, olía a novedad; debo aceptar que el viaje no fue como esperaba; contrario a esto fue una total mierda, una roma y fulgente reminiscencia de mi Yo desde mi Ello. O sea, algo como muchas luces de neón alrededor de mi cuerpo gritando ¡He ahí un idiota, sin voz y sin ideas, he ahí un osco personaje, tan silencioso como solitario y triste!—

—Ahora me resigno a pensar, diciéndome a mí mismo mientras llega la vigilia, en el sopor de las sabanas y el ruidoso entorno que por alguna odiosa coincidencia me vino en parte. —

 — ¡Por qué soy una persona tan imbécil! Ya nada tiene sentido, este viaje no hizo sino poner más en manifiesto mis miedos; tan solo logró atenuarlos momentáneamente, me regaló una pasada por los olores menos monótonos de antaño, cuando la vida tenía significado y sentido. Por lo demás, aquella experiencia fue una puta mierda, fue una catarsis regresiva, dolorosa y cerrada, un bucle de dolor. Por un lapso, luego de alucinar y antes de regresar a mi anquilosada nostalgia, me sentí como antes de conocer la psicosis, la soledad, y el idiota amor—

Felicidad edulcorada en cenizas de THC.

                                                  "I'm Happy, Hope You're Happy Too" 

lunes, 19 de marzo de 2012

Soplo de hojas


…Y, de repente, pensó en rememorar aquellos tiempos que no eran tiempos, un carrusel ya enmarañado de tanto repetir su luctuoso recorrido. Cobijado por una lejanía insondable, absorto en la contemplación de aquellos parias que, al igual que el, dormitaban sobre la frontera, más allá del olvido.
Incapaz siquiera de estremecerse con el soplo del cierzo, el crujir de las ramas o el frio omnipresente.
Impávido ante tan vívido espectáculo, su alma cristalizada e insensible.
 —Hay que estar muerto, hasta enterrado, para no inmutarse ante tanta belleza—
Consiente estaba de encontrarse en aquellos limites, sumergido entre un nebuloso éter, fulgente y radiante, con la cabeza fija en el horizonte y el cuerpo atomizado entre hojas y semillas, arrulladas, levantadas, arrojadas de un soplo hasta donde termina vivir y comienza olvido.
—Aun en la tristeza me sentía vivo, sentía el escozor que producía en mis heridas, sentía sus insoslayables improntas sobre mi alma, ahora estoy más muerto que nunca— 

 

sábado, 25 de febrero de 2012

Sofisma a la mierda

Ensalzados, todos y cada uno, en la mezcla primera, unívoca y universal. Vida  a la Muerte, Amor al Odio, “Perfección” a la susodicha Mierda — lo único que nos hermana—
La omnipresente rubrica de vivir “Sed buenos con vuestros padres”, “No seáis codiciosos”, “No seáis avaros”, “No seáis orgullosos” ¡Al carajo pienso yo! ¿Quien, o quienes, de aquellos que practican tal prosaica, rimbombante, superior y —en sus propias palabras— verdadera moral, verdadero actuar, lo hacen por lo que, en sí misma, vale su forma de vida, de proceder?  el protocolo cliché, la danza inmaculada, el ideal estético. La familia que se ama, los niños en el parque, el padre que trabaja, la madre que cocina. Pienso, basado en un empirismo desaforado de recuerdos y una anorexia teórica típica de cualquier sofista, qué, no es posible actuar de forma correcta —O más bien, aceptada, o sea correcta— sin que, se esté bajo la inquisitiva mirada del genérico “los demás”. O díganme si no es cierto que Colombia es en realidad el país más feliz del mundo, conformado por hombres y mujeres —No mujeres y hombres— organizados en núcleos familiares igualitarios, en un territorio estatalizado —a cabalidad— en donde prima la legitimidad sobre la ley, en donde el hambre es, desde por lo menos nueve años atrás, un viejo fantasma. Aquí, en esta sociedad laica, cobijada por el manto equitativo de un patriotismo sin segregados ni enaltecidos, aquí donde se pone en práctica, o mejor, en dónde es totalmente común un amplio espectro moral, incluyente, aquí donde no hay maniqueísmos, ni políticos ni culturales. Donde somos tan civilizados, en donde entendemos la prístina equivalencia entre cultura y civilización, entre no matar toritos y comer pechuga  a la plancha, bistec o morcilla, aquí en dónde hablamos de vida sin muerte, de amor perpetuo, infinito, de política y ética —Ni siquiera moral, por fortuna— de patria sin genocidio, de colombianos sin tacha, aquí no existe la mierda, ni la putrefacta conciencia de absolutamente nada. Porque tras cada estúpida “Crítica” desbordada de humor barato, tras cada carcajada repleta de una auto-laceración genérica, tras cada Colombiano, aun tras del que se reconoce bufo y estúpido, está el hecho de que se siente, se ve, se identifica como “Colombiano”, tras este embeleco totalizante se encuentra un álter ego, la verdadera mierda que nos hermana, no solo a Colombianos, incluye  a toda nuestra raza maldita, a todos nosotros, humanoides simiocéntricos. No olvidemos, lo mejor de cada uno de nosotros es la mierda, y lo mejor de todos nosotros, la mierda. Lo mejor del universo, todo menos la mierda, todo menos el hombre.

lunes, 13 de febrero de 2012

Qué frío, cenizas

Cruza, con ímpetu de sobrevivencia,
El miedo en sus ojos, un efluvio de muerte.
Fugaz, me mira, ambos sabemos cómo acaba,
Son sus últimos instantes, paralizados, un reducto efímero,
Allí se pierde por un momento infinitamente eterno,
Todo él, un delgado hilo de existencia,
Tenso y al borde de su ruptura.
Tal como infinitas veces antes, llega
 Ineluctable, un golpe de muerte.
 —Animal necio—, piensan
—Raza maldita, ¡pendejos!—
Necio el hombre, rescoldo putrefacto,
Añorando las cenizas de un perro muerto.





Fuente (imágen): Louisa Giffard

martes, 7 de febrero de 2012

De sueños y Témporas.

Algunas veces, aquel chico, habiendo pasado tan pocas vicisitudes, se sentía, ya antes del último resquicio de conciencia, en témpora, sin estar seguro sobre, en qué momento, dejó su alma de irradiar sosiego. Constantemente, durante las últimas noches, se sentaba a esperar algo, de lo que ya no sabía nada, lo agobiaba una profunda ansiedad, es difícil cambiar seguridad por incertidumbre, esa que le producía su incipiente vigilia.

Siempre es bueno dejar de esperar, las grandes expectativas pueden, y ocurre la mayoría de las veces, sucumbir al tiempo, y además languidecer. Traigo esta pieza musical por dos razones.

Primero, para algunos doctos, sonará a herejía hablar de literatura y música —Esto, es sobre todo chocante si el género al que nos referimos es el rock, y especialmente el post-punk—   pero más allá, aun de lo  universal y de lo correcto, está el sentimiento puro, lo sublime, en este caso, acompañado de una percusión estruendosa que marca y gira en torno a un potente bajo, unos sonidos de la metrópolis olvidada—Manchester— un ascensor precipitándose al vacío, una puerta metálica, una voz triste, barítona, un arreglo electrónico —Muy a lo Kraftwerk— que pareciera, en ciertos tramos, hacer más siniestra esta excelsa y olvidada pieza.

 Segundo, y tal vez más inusual, el lenguaje oscuro, los versos llenos de desazón, sería arriesgado hablar de literatura, pero creo que, aun más de lo que yo pueda decir, ustedes juzgarán.

“Y qué mejor sosiego, dejar los sueños volar, descender y extraviarse.
¡Ya no importa en realidad!”

Joy Division/Insight. (1979)
Guess your dreams always end
They don't rise up, just descend
But I don't care anymore
I've lost the will to want more

I'm not afraid, not at all
I watch them all as they fall
But I remember
When we were young

Those with habits of waste
Their sense of style and good taste
Of making sure you were right
Hey, don't you know you were right?

I'm not afraid anymore
I keep my eyes on the door
But I remember

Tears of sadness for you
More upheaval for you
Reflects a moment in time
A special moment in time

Yeah, we wasted our time
We didn't really have time
But we remember
When we were young

And all God's angels beware
And all you judges beware
Sons of chance, take good care
For all the people not there

I'm not afraid anymore
I'm not afraid anymore
I'm not afraid anymore
Oh, I'm not afraid anymore  


lunes, 16 de enero de 2012

Desazón

He aquí algo que escribí hace ya un tiempo, producto de uno de esos días en los que, tal y como hoy, quería pararlo todo, congelarme y olvidar, aunque fuese por un irrisorio lapso, el hecho de que perdí el meollo de mi vida, esa esencia que muchos dan por hecha, esa que irradian  quienes, al momento de confrontar lo absurdo de su realidad dicen:  "Por algo estamos aquí, todos tenemos un propósito", presuponen una esencia innata a su existencia y viven tranquilos, ojalá yo pudiese retornar a ese estado, pero indudablemente he pasado el punto de no retorno, el umbral en donde el porvenir deja de ser para siempre — o  mejor, hasta que llegue el momento de finar — un horizonte escueto. 
Ahora en cambio, es para mí un escabroso valle, con picos nevados y un abismo, en el cual, al borde del despeñadero se encuentra aquel , yo, postrado, con el viento en el rostro, con la mirada perdida, esperando a ese alguien que no llega.

La corriente que se mueve, que viaja por las intimidades del espacio, por el espacio de las intimidades, espacio de vida, espacio de imágenes, olores, recuerdos, nostalgias. Música, aquella inefable que transporta ese algo indeterminado, cuando toca las puertas del ser, evoca en él la vida, en su mente eclosionan , como de lo profundo de la hondonada, las tristezas y las alegrías, las nostalgias, los amores, el otro, el anhelar insatisfecho, el anhelar de hastío.

En sus límites, en sus singularidades, cada melodía tiene espacios; son las variaciones espacios infinitos, y es en ellos donde desemboca el torrente de vida, torrentes distintos en melodías únicas.

El espacio que acogió mi desazón: