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lunes, 14 de diciembre de 2015

EXCURSO I: AMOR, MÚLTIPLICIDAD. NO OLVIDAR LO BELLO DE LO INGENUO

Hoy, ante las circunstancias y los aconteceres imprevistos he decir, a riesgo de sonar patético o apático, que no soy yo sino que somos muchos. Y que esos muchos no perdemos la alegría del rostro pese a nuestras tristezas. Que pareciese que el acto de ser y estar fuese a cada momento, durante los últimos tres meses, una perpetua montaña que sufrir, que escalar. Desde que te fuiste, desde que me dijiste adiós esta maraña de certidumbres se vino al suelo. Si es que lees esto, sabré que aún me guardas en tu recuerdo, si es que nunca lo lees, no importa, tengo una certeza de que aún estoy en ti de alguna forma, tal y como tu estás en mi de formas que solo descubrí cuando me encontré sin un vínculo material a ti. Solamente no quiero nunca llegar a  creer que todo es tan mecánico, que la magia del amor es simplemente ilusión, que las relaciones son como las migraciones de aves: mismas rutas, mismos gestos, mismos ires y mismos venires; solo cambia el tiempo y el par de entes. -Sí, solo pienso en pares, en dualidades,  este es el amor que me enseñaron a enunciar; luego aprendí en un libro que más de dos entes y el amor se convierte en fraternidad-

Qué decir, decir que me siento desencantado con la vida, que no logro encontrar una salida a esta cárcel que yo mismo me he labrado, que me duele no tenerte cerca. Temo, temo mucho, estoy aterrado. Pero, si lees esto has de saber que aún te espero. Te ruego me busques. Te abrí como nunca a nadie las puertas de lo que soy y siento que para no perderme de mí mismo debo sentirte, es tonto pero no puede ser de otra manera. No sé si estoy vacío, la última vez que en eso pensé escribí de corrido 1015 palabras de tristeza, ira y desazón. Dejo un fragmento de ellas aquí, sin intención de justificarme, simplemente lo dejo para dar cuenta de que no soy yo sino que somos muchos. Alguno de estos muchos escribió esto, en un tiempo y espacio pasados.

 Antes de dar paso a esas tristes palabras color azul, me forjaré un recordatorio mágico, legaré un recordatorio a los unos múltiples Diegos que en el mañana pasen sus ojos por estas letras. Ojalá siempre me den la razón, futuros yo.

Para no olvidar que si regresa el amor, pese a este dolor tan grande que hoy sientes, en este preciso momento, te pido que  nunca digas no. Amar es dar lo que no se tiene, esa debe ser tu máxima. Dar, dar en la felicidad, en la tristeza, en la rabia, en la derrota, no dejar de dar pese a todo, pese a uno mismo. Dar. No olvides dar, nunca lo hagas. Prométeme, Diego, nunca desconfiarás de ese sentir humano y mágico que es el amor. Si lo sientes de nuevo, y si vienen las dudas, las descofianzas, las heridas que nunca terminan de sanar, simplemente recuerda: Nada más digno que dar, que amar a quien se ama más allá del amor mismo, más allá de uno mismo. Recuerdalo. Sonrisas, abrazos, embriones de calor humano, lágrimas sin medida, carcajadas sin medida, confianza desinteresada, esperanza proyectada al infinito, la realidad hecha un sueño. Que el amor sea siempre para tí la realidad hecha un dulce, bello, perfecto y humano sueño. Un lago onírico en medio del desierto de lo real. Que inevitablemente despertarás y será doloroso, no lo dudes. ¿Pero qué es el sufrimiento frente a la realidad embellecida con el manto del sueño? Esa realidad donde todo es posible, donde solo importan dos seres frente al resto del universo.

Querer fijar el devenir del ser es absurdo, pero esto de arriba es sagrado porque es aquello que para mi significa el amor hoy. Y lo lego, ya sea para que se lo lleve el inevitable devenir de lo que seré; ya sea para que se convierta en una máxima ética; ya sea para que sea un lindo recordatorio de tiempos mejores, peores, al fin de cuentas pasados.


Y ahora, las letras azules escritas por uno de nosotros. Perdona que sean azules, y perdona que estén llenas de ira. Pero, no puedo negar mi humanidad. En este momento no pienso así, pero la tristeza que ahí está contenida, continua.


...

(...)
No importa nada, no importo yo, no importa mi vida, no importa lo que haga o deje de hacer. Solo importas tú, me he abandonado, he abandonarme. He de estar destinado a caminar solo y solitario, vacío y temeroso por este mundo. No busco la compasión de nadie, no me importa nada. Solo me importa poder leer esto alguna vez y saber que era impulso, que no era verdad. Sin embargo sé que así no será, sé que pasaran los días, las semanas, los meses y los años. Me encontraré de nuevo con estas letras y nada habrá cambiado, nada…. Ya estoy viejo, ya moriré así, ya no vendrá juventud, transformación, cambio. El mismo cretino, el mismo soliloquio, monologo, bonito pero indeseable, hermoso pero como simple externalidad.

No valgo absolutamente nada. Espero sobrevivirme a mí mismo estos meses, estos años. Me siento solitario y estúpido. No creo que lo que haga cambie algo… no quiero despertar mañana, no quiero afrontar otro día como cada uno de los días que he tenido que vivir.
Me odio y me amo profundamente. Soy un egoísta reprimido y un reprimido egoísta. Una negación de todo y una afirmación de nada. Soy yo, mi nombre, mi rostro, mis gestos, mis faltas, mis vacíos. Soy esta asquerosa colcha de retrasos: vidas, años, miedos. Soy nada, nunca seré nada, nunca lo he sido. No he significado nada para nadie ni nunca significaré algo. SIPLEMENTE HE DE DEJARME IR, ABANDONARME…. CERRAR LOS OJOS Y ESPERAR  ABRIRLOS POCAS VECES EN UN FUTURO… Y QUE VENGA EL DÍA EN QUE DEPSERTAR NO SEA NECESARIO

ADIOS, ADIOS, ADIOS. VETE DUERME, MUERETE, MUERTE MUERETE. Olvídate.. Olvídate.. Olvídate… Imbécil, estúpido, çç

Te odio. Te aborrezco, te tengo miedo, también compasión…. No sé qué eres ni porque soy tú y tú eres yo. No lo sé. Pero así es.  Y así ha de ser


No soporto esto.

domingo, 24 de mayo de 2015

REFLEXIÓN VITAL SOBRE EL AHORA

Llegó una pregunta a mí el otro día. No sé si fue lanzada desde el universo y cayó justo sobre mi cabeza, o si se incrustó hace una  década en mi conciencia floreciendo, repentinamente, hace un par de días, justo al anochecer.

¿Qué es lo que realmente debo hacer?

Yo solo pude afirmar con miedo: no lo sé, no sé qué es lo que realmente debo hacer.
 Sin embargo, de entre la oscuridad de una pregunta que se queda sin respuesta nació otra que, indudablemente, sí encontró en mí algo, tal vez no una respuesta pero al menos una reflexión.

 ¿Quiénes realmente viven?

¿Serán acaso aquellos que viven de anhelos, esos quienes, como sombras enrarecidas,  se proyectan sobre el  mañana y entregan todas sus energías y lo que son a la consumación de tan opaco ideal? No será aquello demasiado fácil, entregarse al futuro y sonreír pese a lo vacío y nulo del horizonte, sonreír con la confianza empeñada en la nada. Eso es querer llegar a ser la sombra de lo que se es, siempre proyectándose, nunca existiendo.  

 No es eso lo que me tranquiliza ahora.

Quienes realmente viven no lo hacen en función del mañana, del mañana muerto que aún no ha siquiera nacido.

El mañana está muerto porque no existe todavía, no comprenderlo es cargar un muerto a las espaldas. Quienes viven en función del mañana cargan un  cadáver y además se pierden hipnotizados mirando sus ojos huecos; es por eso también que están mitad muertos, como las sombras, pues aunque existen, no existen por sí mismas. Yo, por mi parte, pienso que  lo único que tengo es el ahora, sin evasiones, sin máscaras, sin atavíos. El absoluto presente. Aquellos que sienten, viven, saborean, rumean el presente tal vez son los realmente vivientes, no quienes se proyectan constantemente hacia el mañana, que no están en el presente sino por un modesto e hipócrita tránsito necesario y vacío hacia el futuro. Están pero no están; medio vivos porque caminan, medio muertos porque no sienten. Afrontar ¡Afrontar es la palabra!; cargar y afrontar el ahora como venga, a la brava,  sin medida. Eso es estar vivo, aceptar lo absoluto e innegable del presente encarnado en lo más profundo del universo; el acá y el ahora como extremidades sensibles, conductoras de dolor, placer, vida y muerte. Sentimientos profundos e innegables.

Lo que único  que tuve y tengo es el ahora, también es lo único que tendré, incluso lo último que tendré.

Mañana, no existes. Vivir para ti es vivir para la nada;  es estar siempre contemplando tu horizonte invisible siendo insensible al mundo que palpita debajo de los pies. 

No saber lo que realmente debo hacer, guardando silencio frente a las preguntas del mañana, puede que sea una señal de estar viviendo realmente.

ENCUENTRO (ESCRITO en 2011)


Quisiera que no fueras una realidad distante,
No quiero idealizarte, no mereces tener esa ascética aura de perfección, tú eres mejor, imperfecta, humana y real,
Quisiera conocerte, quisiera saber tus defectos y huir de una vez por todas de tu recuerdo, de  tu idea, tomarte de la mano,
Injusto que tan solo seas recuerdo, impulso neuronal, desazón imaginaria que se perpetua a cada latido, a cada parpadeo.
Por favor ayúdame a asesinarte, muere diáfana e impecable, idea perfecta, sueño sabor miel,
Tu sangre se cuela en forma de lágrimas entre mis ojos que te ven y al mismo tiempo sienten tu calor
Puedo percibir, tus manos, tu pelo, tus brazos, me abrazas, renaciste,
No he de imaginarte nunca más.
Ahora estas más viva que nunca.



CLAP (ESCRITO en 2012)

De tanto sorber la crema, de tanto lamer mi helado, ¿Sabías?, disfruto de combinar lo blanco con lo pardo, lo cremoso con las texturas de la mora, dulce, morada y llena de trozos de fruta. Aquellas vibraciones ofuscadas, tras bambalinas, una deliciosa  línea de bajo, un clapoteo, como ayer en la tarde Me di cuenta que al caminar el clap que producen nuestros zapatos al golpear el suelo, es simultaneo; un clapoteo bajo el talón, al mismo tiempo, otro en la punta del zapato. Ahora bien, no sé si me es difícil hilvanar algo cordial, algo formal. Estoy triste y deseo dejar de parecer un loco, ¿Sabes?

INSTRUCCIONES OBSOLETAS PARA NO LLORAR EN PUBLICO. (ESCRITO en 2012)

Camina, sonríe, saluda, y si es necesario besa; conversa, pon mucha atención, se cordial, despídete y recuerda, no olvides besar de nuevo; regresa a casa, aliméntate, diviértete, ríe, duerme bien; cuando sueñes, remienda tu traje, llénalo parches mágicos y atavíos, edulcora tu rostro, píntale una sonrisa golosa, una mirada vivaz. No permitas, espíritu mío, que te vean sin tu embeleco; no dejes expuesto tu cuerpo famélico, tu mirada lánguida, tus ojos tristes; olvida por unas cuantas horas que eres un cadáver errante, un ánima fuera de sí. 


PERFUMES RUIDOSOS (ESCRITO en 2012)

Durante este fin de semana que muere, inmerso en la que creo es la única vicisitud de monotonías que me es posible presenciar –así creo es mi forma de existir- me he topado de nuevo con el bichito de la conciencia y la reflexión, puras ensoñaciones. Esto anterior tiende a suceder  cuando me obsesiono, obsesión que por lo general obedece a cierto sentimiento de desazón o depresión —Detesto tal palabra—; vivir, pienso yo, lo que es igual a seguir el flujo y reflujo del aburrimiento. Pero he de admitir que algunas veces da lo mismo, espabilar o anquilosar. 
Oigo, por cuestiones que me son inherentes,  gente parlotear sobre lo que creo son  simples fruslerías. No obstante, supongo que de algún modo inconsciente me interesaron y les presté atención, es por eso que las recuerdo bastante bien, creo; es por eso que me dispongo (O QUIZAS NO) a mal-escribirlas. Quiero aclarar, antes que nada, que en este preciso instante, acá con la garganta hecha trizas por algún tipo de molesto virus, viendo en la pantalla el discurrir de una noche más de sábado, la cual es, por algún tipo de acepción general, una noche para desinhibirse y disfrutar del néctar del ocio; más para mí es amarillenta y ensimismada; perfecta para deambular como zombi por mi cuarto, mirar sus fotos y pensar en lo raro que sería vomitar mi alma, si es que existe tal cosa, o por lo menos vomitar sueños, expectativas y demás idilios malsanos, zambullirme en el charco que de ellos está hecho, es un agua turbia, fría y llena de capas delgadas de hielo color ártico, un azul claro, como el firmamento a las siete de la mañana (… ) Quería aclarar que siento que el lenguaje tiene una naturaleza escurridiza, me ronda la molesta idea de que al momento de leer esto, quien quiera que lo haga, no verá más que un montón de líneas inconexas, copadas de laxos hilos que forman una maraña de hechos sin un orden lógico. Si yo digo pared sucia, —y que quede claro que es pura paranoia mía— usted pensará en cualquier tapia de algún lugar X; mientras que en lo que yo realmente pensaba al momento de escribir dicha frase era en las machas negras de mi gato blanco, o en las manchas blancas de mi gato negro; cliché, pero es imposible saberlo (…) El lenguaje es cómo un algodón de azúcar, una vez en tu boca piensas que es sólido, concreto, palpable; luego, en un pequeñísimo instante, se deforma, se funde, se esfuma (…) 
Y sosegado me encontraba luego de haber abandonado aquella silla, en el bus. El tipo que junto a mí se encontraba me producía mucha ansiedad, la misma que sentía cuando de niño, antes de ser reprendido por el Oso, se me erizaban los bellos de la espalda y me estremecía; el Oso estaba a punto de gruñir y golpearme con lo abrupto de su regaño… ¡PUTO ESCARMIENTO! (...) El tipo del yeso en la mano —Sí, ese mismo que me olía a ansiedad—  desprendía un humus que inspiraba expectativa, cierto temor a ser herido, golpeado; es ese mismo que sentimos cuando en medio de la noche nos topamos de frente con dos sombras, que a medida que avanzan hacia nosotros, mirándose la una a la otra, gesticulando aparente conspiración, hurgan en sus bolsillos, ¡UN PUÑAL¡, ojalá fuese un revolver, si me chuzan y no me matan, me joden; si me matan, no importa (….) “¡ Le rindió muchísimo!”, dijo el cuchito de acento provinciano, sentado en la silla del frente “Sí, se vino por Honda y ya llegó”, agregó. Pensé en que nunca había ido a Honda, pensé en que mamá osa me dijo, en medio de sus palabrerías, que cierta vez que fue a Honda, cuando aún era joven. Vomitó sin parar, “Es que esa carretera es horrible, curvas y más curvas; lo peor de todo es el calor de los infiernos que hace en ese pueblo”   
Avanzaba el bus, ensimismado observaba a través de la ventana vibrante, ignoraba lo molesto que sería buscar aquella dirección, tener que perderte de ti mismo, todo por una maldita nota (…) Iba por el centro de la ciudad, crucé frente a un edificio azul, creo; en su fachada se leía “bulevar de San Facon”; “debió haber sido interesante vivir aquí en los setentas”, pensé (…)   De regreso a “casa”, con la cara perlada, producto del sudor de la fiebre ,me senté junto a una chica; antes de hacerlo, al momento de abordar el bus, tuve oportunidad de hacerme junto a alguna de las tres chicas sentadas, una en cada silla, todas al lado de a la ventana. Me senté junto a una sobre quien, de manera extraña, pensé me recordaba una de esas agradables estadías en el mundo onírico; ella,  la de las fotos…   
Y sentía la necesidad de salir del sopor acompañado de secreciones intestinas, esas que se sienten tanto cuando se está atiborrado y en movimiento (….) Recuerdo que pensé, al momento de pasar frente a la loma iluminada —Ciudad Bolívar— que sería tentador sacudir la tierra y ver como calles, casas, osos, postes y demás se desmoronan sobre el vació (…. )Y avanzaba por el vericueto barrio; trochas, polvo y cláxones; más y más mierda (…)  Tenía el plato de comida frente a mí, mientras deglutía la carne me pregunte “¿No es la comida mierda en potencia?”, ahora que lo vuelvo a pensar, todo es mierda en potencia (…) Disfrutar el silencio, eso me trajo a la mente cierto  molesto comercial de perfumes; (…) Me sentiría mejor en este momento si, en vez continuar guardando silencio, le hubiera dicho a  aquel mono, ¿Es que hay que estar trabado para disfrutar del silencio?. Es difícil guardar silencio algunas veces; palabras que no sirven para ni mierda, palabras innecesarias (…)