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domingo, 24 de mayo de 2015

PERFUMES RUIDOSOS (ESCRITO en 2012)

Durante este fin de semana que muere, inmerso en la que creo es la única vicisitud de monotonías que me es posible presenciar –así creo es mi forma de existir- me he topado de nuevo con el bichito de la conciencia y la reflexión, puras ensoñaciones. Esto anterior tiende a suceder  cuando me obsesiono, obsesión que por lo general obedece a cierto sentimiento de desazón o depresión —Detesto tal palabra—; vivir, pienso yo, lo que es igual a seguir el flujo y reflujo del aburrimiento. Pero he de admitir que algunas veces da lo mismo, espabilar o anquilosar. 
Oigo, por cuestiones que me son inherentes,  gente parlotear sobre lo que creo son  simples fruslerías. No obstante, supongo que de algún modo inconsciente me interesaron y les presté atención, es por eso que las recuerdo bastante bien, creo; es por eso que me dispongo (O QUIZAS NO) a mal-escribirlas. Quiero aclarar, antes que nada, que en este preciso instante, acá con la garganta hecha trizas por algún tipo de molesto virus, viendo en la pantalla el discurrir de una noche más de sábado, la cual es, por algún tipo de acepción general, una noche para desinhibirse y disfrutar del néctar del ocio; más para mí es amarillenta y ensimismada; perfecta para deambular como zombi por mi cuarto, mirar sus fotos y pensar en lo raro que sería vomitar mi alma, si es que existe tal cosa, o por lo menos vomitar sueños, expectativas y demás idilios malsanos, zambullirme en el charco que de ellos está hecho, es un agua turbia, fría y llena de capas delgadas de hielo color ártico, un azul claro, como el firmamento a las siete de la mañana (… ) Quería aclarar que siento que el lenguaje tiene una naturaleza escurridiza, me ronda la molesta idea de que al momento de leer esto, quien quiera que lo haga, no verá más que un montón de líneas inconexas, copadas de laxos hilos que forman una maraña de hechos sin un orden lógico. Si yo digo pared sucia, —y que quede claro que es pura paranoia mía— usted pensará en cualquier tapia de algún lugar X; mientras que en lo que yo realmente pensaba al momento de escribir dicha frase era en las machas negras de mi gato blanco, o en las manchas blancas de mi gato negro; cliché, pero es imposible saberlo (…) El lenguaje es cómo un algodón de azúcar, una vez en tu boca piensas que es sólido, concreto, palpable; luego, en un pequeñísimo instante, se deforma, se funde, se esfuma (…) 
Y sosegado me encontraba luego de haber abandonado aquella silla, en el bus. El tipo que junto a mí se encontraba me producía mucha ansiedad, la misma que sentía cuando de niño, antes de ser reprendido por el Oso, se me erizaban los bellos de la espalda y me estremecía; el Oso estaba a punto de gruñir y golpearme con lo abrupto de su regaño… ¡PUTO ESCARMIENTO! (...) El tipo del yeso en la mano —Sí, ese mismo que me olía a ansiedad—  desprendía un humus que inspiraba expectativa, cierto temor a ser herido, golpeado; es ese mismo que sentimos cuando en medio de la noche nos topamos de frente con dos sombras, que a medida que avanzan hacia nosotros, mirándose la una a la otra, gesticulando aparente conspiración, hurgan en sus bolsillos, ¡UN PUÑAL¡, ojalá fuese un revolver, si me chuzan y no me matan, me joden; si me matan, no importa (….) “¡ Le rindió muchísimo!”, dijo el cuchito de acento provinciano, sentado en la silla del frente “Sí, se vino por Honda y ya llegó”, agregó. Pensé en que nunca había ido a Honda, pensé en que mamá osa me dijo, en medio de sus palabrerías, que cierta vez que fue a Honda, cuando aún era joven. Vomitó sin parar, “Es que esa carretera es horrible, curvas y más curvas; lo peor de todo es el calor de los infiernos que hace en ese pueblo”   
Avanzaba el bus, ensimismado observaba a través de la ventana vibrante, ignoraba lo molesto que sería buscar aquella dirección, tener que perderte de ti mismo, todo por una maldita nota (…) Iba por el centro de la ciudad, crucé frente a un edificio azul, creo; en su fachada se leía “bulevar de San Facon”; “debió haber sido interesante vivir aquí en los setentas”, pensé (…)   De regreso a “casa”, con la cara perlada, producto del sudor de la fiebre ,me senté junto a una chica; antes de hacerlo, al momento de abordar el bus, tuve oportunidad de hacerme junto a alguna de las tres chicas sentadas, una en cada silla, todas al lado de a la ventana. Me senté junto a una sobre quien, de manera extraña, pensé me recordaba una de esas agradables estadías en el mundo onírico; ella,  la de las fotos…   
Y sentía la necesidad de salir del sopor acompañado de secreciones intestinas, esas que se sienten tanto cuando se está atiborrado y en movimiento (….) Recuerdo que pensé, al momento de pasar frente a la loma iluminada —Ciudad Bolívar— que sería tentador sacudir la tierra y ver como calles, casas, osos, postes y demás se desmoronan sobre el vació (…. )Y avanzaba por el vericueto barrio; trochas, polvo y cláxones; más y más mierda (…)  Tenía el plato de comida frente a mí, mientras deglutía la carne me pregunte “¿No es la comida mierda en potencia?”, ahora que lo vuelvo a pensar, todo es mierda en potencia (…) Disfrutar el silencio, eso me trajo a la mente cierto  molesto comercial de perfumes; (…) Me sentiría mejor en este momento si, en vez continuar guardando silencio, le hubiera dicho a  aquel mono, ¿Es que hay que estar trabado para disfrutar del silencio?. Es difícil guardar silencio algunas veces; palabras que no sirven para ni mierda, palabras innecesarias (…)

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