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domingo, 24 de mayo de 2015

REFLEXIÓN VITAL SOBRE EL AHORA

Llegó una pregunta a mí el otro día. No sé si fue lanzada desde el universo y cayó justo sobre mi cabeza, o si se incrustó hace una  década en mi conciencia floreciendo, repentinamente, hace un par de días, justo al anochecer.

¿Qué es lo que realmente debo hacer?

Yo solo pude afirmar con miedo: no lo sé, no sé qué es lo que realmente debo hacer.
 Sin embargo, de entre la oscuridad de una pregunta que se queda sin respuesta nació otra que, indudablemente, sí encontró en mí algo, tal vez no una respuesta pero al menos una reflexión.

 ¿Quiénes realmente viven?

¿Serán acaso aquellos que viven de anhelos, esos quienes, como sombras enrarecidas,  se proyectan sobre el  mañana y entregan todas sus energías y lo que son a la consumación de tan opaco ideal? No será aquello demasiado fácil, entregarse al futuro y sonreír pese a lo vacío y nulo del horizonte, sonreír con la confianza empeñada en la nada. Eso es querer llegar a ser la sombra de lo que se es, siempre proyectándose, nunca existiendo.  

 No es eso lo que me tranquiliza ahora.

Quienes realmente viven no lo hacen en función del mañana, del mañana muerto que aún no ha siquiera nacido.

El mañana está muerto porque no existe todavía, no comprenderlo es cargar un muerto a las espaldas. Quienes viven en función del mañana cargan un  cadáver y además se pierden hipnotizados mirando sus ojos huecos; es por eso también que están mitad muertos, como las sombras, pues aunque existen, no existen por sí mismas. Yo, por mi parte, pienso que  lo único que tengo es el ahora, sin evasiones, sin máscaras, sin atavíos. El absoluto presente. Aquellos que sienten, viven, saborean, rumean el presente tal vez son los realmente vivientes, no quienes se proyectan constantemente hacia el mañana, que no están en el presente sino por un modesto e hipócrita tránsito necesario y vacío hacia el futuro. Están pero no están; medio vivos porque caminan, medio muertos porque no sienten. Afrontar ¡Afrontar es la palabra!; cargar y afrontar el ahora como venga, a la brava,  sin medida. Eso es estar vivo, aceptar lo absoluto e innegable del presente encarnado en lo más profundo del universo; el acá y el ahora como extremidades sensibles, conductoras de dolor, placer, vida y muerte. Sentimientos profundos e innegables.

Lo que único  que tuve y tengo es el ahora, también es lo único que tendré, incluso lo último que tendré.

Mañana, no existes. Vivir para ti es vivir para la nada;  es estar siempre contemplando tu horizonte invisible siendo insensible al mundo que palpita debajo de los pies. 

No saber lo que realmente debo hacer, guardando silencio frente a las preguntas del mañana, puede que sea una señal de estar viviendo realmente.

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